Regresó a la escena musical con discos muy bien recibidos por la crítica y por el público (The Healer, 1990; Mr. Lucky, 1991; Boom, boom, 1992). En 1990 realizó la banda sonora para la película Labios ardientes, de Dennis Hopper.
Hooker fue considerado el principal eslabón de unión del blues actual con sus sombríos orígenes en el delta del río Mississipi.
Como Muddy Waters, Howlin Wolf y otras voces profundas, escapó de la pobreza sureña viajando hacia el norte de EE UU y terminó en Detroit durante la II Guerra Mundial.
Empleado en la industria del automóvil, se ganaba un sobresueldo cantando en antros donde otros emigrantes sureños se curaban las penas con alcohol.
Eran gente dura y alborotadora que obligó a Hooker a adoptar la guitarra eléctrica. Sin traumas, ya que Hooker se maravilló de contar con un instrumento que multiplicaba su sonido y aumentaba su poder sobre los oyentes.
Su blues es elástico e imprevisible, una guitarra que proporciona ritmo y comentario a su voz ancestral. Puede sonar primitivo, pero John Lee Hooker resultaba un artista asombrosamente adaptable a diferentes contextos musicales. A partir de 1948, grabó en solitario pero prefería contar con grupos pequeños. Cuando los gustos de los compradores negros cambiaron, Hooker encontró acomodo en el mercado blanco entre los amantes del folk.
A finales de los ochenta, su carrera se relanzó con el álbum: The Healer, el prototipo de los discos de leyendas: De repente, todos querían beber en su fuente atávica: Miles Davis, Pete Townshend o Branford Marsalis. Vivió rodeado de mujeres hermosas y con su uniforme de patriarca: traje negro, camisa de color vivo, tirantes, sombrero de fieltro, calcetines con estrellas… «Soy John Lee Hooker; cuando me hicieron, rompieron el molde», dijo una vez.
Entre las obras de Hooker, admirado por Van Morrison y los Rolling Stones, están algunos de los álbumes más conocidos del blues y obras como The Healer, o el extraordinario: «Alone».
En su último concierto, días antes de su fallecimiento, tuvo a la audiencia rendida a sus pies.
Le gustaba el contacto con el público y, a pesar de su avanzada edad, no dejó de actuar hasta el final. Sus temas: «I’m in the mood», 1951 y sobre todo: Boom Boom, 1962, marcaron la historia del blues en la segunda mitad del siglo XX.